TOLKIEN Y LOS JUDÍOS
La amistad entre el católico y el hebreo forma parte de la propia experiencia de Tolkien. En una carta dirigida a su hijo Christopher en 1.944, narra una anécdota que le ocurrió con uno de sus íntimos amigos, Cecil Roth, famoso erudito judío y profesor de Oxford, en una de las noches que, a causa de los bombardeos sobre Inglaterra de la II Guerra Mundial y por su condición de militar en la reserva, tuvo que pasar fuera de casa, en la oficina de defensa civil:
«Estaba en la pequeña habitación 033: muy fría y húmeda. Pero ocurrió un incidente que me conmovió, y la ocasión se hizo memorable. Mi compañero de infortunio era Cecil Roth (el erudito historiador judío). Lo encontré encantador, lleno de gentileza; nos quedamos conversando hasta pasadas las 12. Me prestó su reloj, pues no había allí ninguno que marchara, y, no obstante, él mismo vino y me llamó a las 7 menos 10: ¡para que pudiera asistir a la Comunión! Me pareció un atisbo fugaz de un mundo que no hubiera caído. En realidad, yo estaba despierto y descubriendo (como uno lo hace) varias razones (aparte del cansancio y no tener oportunidad de afeitarse ni de siquiera lavarse) como excusas para no asistir. Pero la intervención de este judío tan amable y la mirada grave que dirigió a mi rosario zanjaron la cuestión. A las 7.15 estaba en St. Aloysius a tiempo para la confesión antes de la misa».
Algunos han acusado a Tolkien de antisemitismo y quieren ver atisbos antisemitas en su obra; por ejemplo cuando en El Hobbit se destaca la codicia como uno de los rasgos negativos de los Enanos. Sin embargo, esto no parece ser un problema para los comentaristas judíos. No al menos para Rabbí Meir Soloveichik, ya citado, para Rabbí Jeffrey Saks[i], para David Goldman[ii], o para Matt Lebovic[iii], periodista del Times of Israel, por nombrar algunos. Tampoco para el profesor Martin Hadis, que escribirá a este respecto en la revista Maj´Shavot:
«El retrato que Tolkien hace de los enanos no siempre es elogioso. Pero si bien es cierto que en sus relatos los enanos son a menudo poseídos por la codicia, no es ésa la única raza de la Tierra media que sucumbe ante esa debilidad. Tanto en El Señor de los Anillos como en el Silmarillion o El Hobbit podemos observar también cómo la codicia hace estragos entre hombres, elfos y hobbits. No hay, de hecho, raza o pueblo en la Tierra Media que esté exenta de vicios o defectos (…). Los elfos son seres elevados, pero a menudo demuestran ser mezquinos e incapaces de decir adiós a sus posesiones. Los hombres son llevados a menudo a la perdición por su arrogancia, precipitación y orgullo; los hobbits fracasan más de una vez por su necedad y falta de visión»[iv].
De hecho, la codicia es la raíz de la maldad del Anillo, el primero de todos los males. No es un pecado imputable exclusivamente a los Enanos. También podría acusarse de codicia a Gandalf o a la mismísima Galadriel que en diferentes momentos de la novela se ven obligados a librar una gran batalla interior por no tomar el Anillo que Frodo les ofrecerá.
De todos modos, aunque hubiera sido muy difícil que un antisemita fuera amigo del famoso sionista Cecil Roth, existen pruebas más concretas del amor de Tolkien por el pueblo hebreo, como cuando, por ejemplo, escribe:
«Mi apellido no es de origen judío, pero me sentiría honrado si lo fuera»[v].
O más significativas aún, como la conocida respuesta que dio a los editores alemanes, dependientes de las autoridades nazis, cuando con el fin de valorar la publicación de El Hobbit en Alemania, preguntaron a Tolkien por carta si era de origen «ario».
«Si debo entender que quieren averiguar si soy de origen judío, sólo puedo responder que lamento no poder afirmar que tenga antepasados que pertenezcan a ese dotado pueblo»[vi].
Es decir, que le encantaría poder afirmar que tiene antepasados judíos. A su editor le contestaría así:
«No considero la (probable) ausencia de toda sangre judía como necesariamente honorable; tengo numerosos amigos judíos y lamentaría dar cualquier fundamento a la idea de que suscribo esa doctrina (el nazismo) racista, perniciosa y del todo anticientífica»[vii].
Tolkien declarará expresamente acerca de los Enanos algo que no puede decirse de las otras razas de la Tierra Media:
«Por medio de los anillos no era posible corromper a los Enanos. Desde un principio fueron hechos de una especie que resitía con firmeza cualquier clase de dominio. Aunque podían ser muertos o quebrantados, no era posible reducirlos a sombras esclavizadas a otra voluntad; y por la misma razón ningún Anillo afectó sus vidas (…). Y por eso Sauron los odió todavía más, y más deseó quitarles lo que tenían»[viii].
DI «AMIGO» Y ENTRA
No debe pensarse que la amistad entre Legolas y Gimli expresa simplemente un cariño personal. El autor de El Señor de los Anillos quiere hacer partícipes de esta amistad a los dos pueblos, el cristiano y el hebreo, por completo. Lo hará por medio de las historias de Erebor y de Moria y por una clave tan evidente como oculta, el único código secreto que puede romper el muro: la palabra «amigo».
En El Hobbit, Tolkien apunta temas que luego desarrollará en profundidad en El Señor de los Anillos. Moria, el maravilloso reino perdido de los Enanos, es uno ellos. Parte de Erebor, el Reino Enano desolado por el dragón Smaug. No es difícil ver que ambas historias siguen la misma pauta. Tanto en el Erebor de El Hobbit como en la Moria de El Señor de los Anillos los enanos han construido reinos espléndidos y magníficos. Allí prosperan porque ambas mansiones son ricas en metales y piedras preciosas y los enanos son una raza de herreros y orfebres, los más hábiles artesanos de toda la Tierra Media. En Erebor encuentran un tesoro, la «piedra del Arca», el corazón de la montaña, una joya tan espléndida que sólo poseerla convierte a su legítimo propietario en rey. En el caso de Moria encontrarán otro tesoro, mithril, la plata auténtica, más valiosa que el oro, a la que ni se le comparan las joyas, que es una imagen de la Palabra del Señor «plata pura, de ras de tierra, siete veces purgada» (Sal 12,11). Pero estos descubrimientos tendrán funestas consecuencias para ambos reinos. En El Hobbit, la aparición de la piedra del Arca excitará la codicia de otro ser, el malvado dragón Smaug, que expulsará a los enanos de su reino. En el caso de Moria, los enanos cavarán demasiado hondo para conseguir mithril, lo que despertará a un terrible demonio dormido bajo la montaña que también arrojará a los enanos fuera de Moria. Y se convertirán así en un pueblo sin tierra, desterrado de su hogar, condenado a vivir entre otros pueblos que desconfían de ellos; extraños para todos, hablando tanto en la lengua de su diáspora como en su propia lengua secreta.
La Montaña Solitaria donde se ubica Erebor hace referencia al monte del Señor, al Templo de Jerusalén que custodia en su interior el objeto más sagrado del pueblo de Israel, el Arca de la Alianza, preservada en el Santo de los Santos. La Montaña Solitaria guarda asimismo la piedra del Arca. Quizá ahora se entiende mejor su título de «corazón de la montaña». Es el corazón del Templo, el Arca de Dios. La piedra angular y preciosa, como dirá el profeta Isaías (cf. Is 28,16). Erebor es destruido por un dragón. El profeta Jeremías comparará a Nabucodonosor con un dragón (cf. Jr 51,34) que se traga al pueblo al destruir el Templo y llevarlo al exilio.
Sin embargo, no es a Erebor sino a Moria a dónde se dirigirá la comunidad del Anillo. Moria, la montaña a la que asciende Abraham con su hijo Isaac para ofrecerlo allí en sacrificio en obediencia al mandato de Dios, es el monte del Templo. Así, la Moria del El Señor de los Anillos se corresponde de nuevo con el Monte del Templo de Jerusalén. Pero es imposible entrar, la comunidad del Anillo está atascada ante sus puertas, que no se pueden abrir. Gandalf tiene que usar de toda su sabiduría para hallar la contraseña que las abra hasta que consigue dar con la clave. En el grabado de las puertas se puede leer: «Habla, amigo, y entra», pero lo ha traducido mal. La traducción correcta es: «Di ‘amigo’ y entra». Así que pronuncia la palabra «amigo», mellon en élfico, y los portones se abren permitiéndoles entrar. Demasiado simple, como admitirá el mago, para estos tiempos oscuros. Aquella era la contraseña de tiempos más felices. El Templo estaba llamado a ser «casa de oración para todos los pueblos» (Is 56,7), un lugar donde pudieran entrar los amigos para encontrarse con Dios, también los no judíos, los gentiles, los «extranjeros adheridos al Señor» (íd.) La Shekiná de Dios en el Templo alegraría a todos los pueblos con la misma alianza.
La comunidad del Anillo ha pronunciado la palabra «amigo» en las puertas del lugar de la Alianza. Esta es la propuesta de Tolkien para convertir en universal la relación de amistad personal entre Legolas y Gimli. Solo la palabra amigo logrará acceder al interior del Templo para expulsar de allí al Balrog, la Abominación de la Desolación, instalada ilegítimamente en el Monte Santo; al igual que Smaug fue expulsado de Erebor por Thorin y su compañía de desterrados. Para comenzar a vencer a las bestias del Señor Oscuro basta con pronunciar la palabra «amigo».
CONCLUSIÓN. EL INICIO DE LA AMISTAD.
Tolkien sitúa el inicio de la verdadera amistad entre Legolas y Gimli en una mujer hebrea. La visita a Galadriel, imagen de la Virgen María, en Lórien, supone el punto de inflexión. Esta mujer hebrea ha sido atravesada por la espada profetizada por Ezequiel por los pecados de su pueblo, al igual que tantas madres hebreas que han visto sufrir y morir a sus hijos en los campos de concentración. Así lo ha expresado tantas veces Kiko Argüello, iniciador del Camino Neocatecumenal, con ocasión de la sinfonía El sufrimiento de los inocentes ante la Puerta de la muerte de Auschwitz-Birkenau y en otros lugares del mundo.
Esta mujer habla a Gimli en su propia lengua, ganándose así el reconocimiento del Enano. Su lucha contra Sauron es constante y sincera; es una de ellos. Una mujer hebrea que ha sufrido la pérdida de su hijo querido. Algo tan sencillo como saber qué es lo que hace sufrir al otro es la prueba de que existe el amor. Es la clave que inicia la relación de verdadera amistad. Porque lo que Tolkien quiere transmitir es que la amistad entre hebreos y cristianos se fundamenta en que ambos tenemos un adversario común: Sauron, Señor del Anillo, enemigo del Dios Único y de la humanidad. Por eso, El Señor de los Anillos lanza una llamada a los enemigos del Enemigo para que no caigan en el error de luchar entre sí, sino contra el verdadero y único adversario:
«–¡Ay, qué tiempos de desatino! – dijo Legolas — ¡Todos somos aquí enemigos del único Enemigo, y sin embargo hemos de caminar a ciegas.
–Quizá parezca un desatino – dijo Haldir—En verdad nada revela tan claramente el poder del Señor Oscuro como las dudas que dividen a quienes se le oponen».
Muchas cosas más podrían decirse, pero por razones de espacio no es posible hacerlo. La mitología de Tolkien abarca 40.000 años de historia y no es fácil resumir algo tan importante como la relación entre judíos y católicos en la obra de Tolkien en unos cuantos párrafos. Queda pendiente hablar de la creación de los Enanos y de las similitudes de este relato con el del sacrificio de Abraham; de las lembas, que Gimli ya conocía pero con otro nombre; de cómo Tolkien transforma el antisemita Anillo de los Nibelungos wagneriano en la historia de la diáspora del pueblo de Israel, condenando y eliminando el odio de la obra de Wagner y dotando al cuento mitológico de un sentido nuevo, más acorde con el original y sin ningún rasgo de antisemitismo. Quedan pendientes las cavernas Centelleantes, Fangorn, los siete padres de los Enanos y las vendas de Legolas y Gimli en Lórien. Y sobre todo, queda pendiente el viaje final de estos dos amigos, ahora inseparables, hacia la otra orilla del mar, después de haber reconstruido juntos, ayudados por sus respectivos pueblos, la ciudad Blanca, herida en la guerra del Anillo.
[i] Rabbi Jeffrey Saks, Tolkien and the Jews. En http://www.torahmusings.com/2013/01/tolkien-and-the-jews/
[ii] David P. Goldman, “Spengler”. Why Did Tolkien Care About the Jews? En pjmedia.com/spengler/2016/08/31/why-did-tolkien-care-about-the-jews/
[iii] Matt Levobic, Are Tolkien’s dwarves an allegory for the Jews? En Times of Israel: http://www.timesofisrael.com/are-tolkiens-dwarves-an-allegory-for-the-jews/
[iv] Martin Hadis, Maj´Shavot, Vol. 41, nº 1, 2.003.
[v] Cartas de JRR Tolkien, nº 325.
[vi] Cartas de JRR Tolkien, nº 30.
[vii] Cartas de JRR Tolkien, nº 29.
[viii] El Señor de los Anillos. Apéndices. J.R.R. Tolkien, Minotauro, 1.986. Apéndice A, III «El pueblo de Durin», pp. 81-82.